jueves, 31 de diciembre de 2015

Tiempo

Apenas le quedaban once minutos para salir de la oficina y se puso como un poseso a golpear el teclado con solo dos dedos. Por más que su padre lo intentó, le pagó dos academias de mecanografía, nunca consiguió escribir con los ocho restantes. Una llamada inoportuna le interrumpió, el pedido de El Corte Anglosajón no estaba correcto, atendió a la persona que le interpelaba para que lo corrigiera, por lo que el cuento que estaba escribiendo menguaría en su tamaño inevitablemente, de pronto a falta de cinco minutos un buen compañero le vino a decir que era el último habitante de la oficina, miró a su alrededor y al notar la veracidad del hecho, dejó de escribir y apagó el ordenador.


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