jueves, 13 de enero de 2011

Y tantos

¿Vuelta a empezar? Espero que no, pero nunca me alegraron nada estas fechas, tan cercanas al aniversario de mi natalicio. ¿Quién es capaz de celebrar algo así? Desde que cumplí los treinta no lo considero un día especialmente alegre, si me aferro como gato panza arriba a la vida, no veo la razón de contar o más bien descontar los años que quedan para acabarla.
Recuerdo que fue mi primer gran disgusto con este acontecimiento, mi hija acababa de cumplir tres años y mi hijo apenas contaba con unos meses y entonces pensé que apenas había realizado algo importante en mi vida, con un empleo inestable y sin una profesión determinada, instaurada una monotonía en mi vida y en mis actos que no me abandonó en muchos años.
Por eso creo que cuando llegaron los cuarenta no me paré a pensar siquiera en el hecho, catorce horas de un estúpido trabajo, que a la larga me trajo sólo mala salud y sinsabores, hicieron que pasase el aniversario sin pena ni gloria, aunque lo peor estaba por llegar en la segunda parte del decenio.
Los cincuenta no me cayeron muy mal, “para habernos matado” fue mi comentario, pues acababa de salir de una racha funesta. Y ahora casi olvidado el asunto, me rebelo ante el cumplimiento obligado de años, me niego a seguir contando uno tras otro los años que llevo sobre la faz de la tierra, no quiero felicitaciones (pues no me siento, ni me sentiré feliz) ni regalos, sólo quiero ese día comer un plato de los que tengo absolutamente prohibido por los médicos, por lo que enjugaré mis lágrimas ante el sufrimiento de este hecho ante un estúpido plato de pollo frito rebozado, patatas fritas y una bebida gaseosa de naranja.
Que quede todo el mundo avisado.  


viernes, 7 de enero de 2011

Preguntas

¿Se secó la fuente? Eso parece, después de varios meses de total inspiración, plenos de relatos apenas susurrados en el oído por la simpar musa Melpómene, donde las tragedias escritas salían impresas en el teclado, movido por dedos veloces que transmitían al papel virtual en blanco, miles de ideas  que surgían atropelladamente, ansiosas de crear un todo, a veces siniestro, otras veces misterioso, pero casi siempre inquietante.
¿Qué ha pasado? Eso mismo se pregunta el autor otrora fértil de imaginación, ahora se siente yermo, incapaz de expandir alguna idea ante la expectación de su parroquia, un grupo de gente que le apoyaron desde el principio de su singladura como escritor y a la que teme defraudar y quedar por debajo de las expectativas creadas.
¿Será la hora de ponerse manos a la obra con la novela? Es posible que así sea, el autor cree que ha llegado a la madurez necesaria para crear una obra de esa envergadura, además hay una necesidad de crear algo grande, de plantar cara a ese reto, a convertirlo en el hecho anual capaz de sentirse orgulloso de su logro.
Preguntas y más preguntas, pocas respuestas, poco a poco, ya veremos como se soluciona.