lunes, 3 de octubre de 2011

El arma del crimen

El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral. No le hizo falta para saber que un cadáver se hallaba delante de él, un zapato de color rojo le indicaba que no era un muerto cualquiera, era de la manufactura especial que sólo llevan obispos y cardenales, ningún lego sería capaz de salir a la calle calzado así.
Un subordinado le dio la novedad, a su eminencia le habían fracturado el cráneo, no se dio cuenta en ningún momento que se moría, ni llegó a ver a su agresor;  este se había emboscado detrás de una de las columnas de la plaza de San Pedro, acechándole en la oscuridad hasta que pasó por su lado y pudo agredirle.
En el suelo, rodeado por un mar de sangre, el arma del crimen brillaba con las primeras luces del día, un hisopo bellamente repujado en plata.


3 comentarios:

  1. morir con hisopo de plata no debe ser nada celestial...¿donde estaba el segundo zapato?...yo creo que el asesino era un friki que queria robarle los zapatos rojos y al final solo se pudo llevar uno, igual le robò el armiño..
    Me ha gustado tu relato, escribes muy bien.

    un fuerte saludo

    fus

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  2. Eso debió pasar hace diez años, en epoca de vacas gordas, porque en la actualidad el arma del crimen estaría en una casa de empeño y el asesinato se habría cometido con un simple adoquín de la calle :D
    Un abrazo

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  3. Que breve conto tão interessante...
    Beijinhos.

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