sábado, 24 de diciembre de 2011

Comentarios de texto



¿Traerá nuestra incorporación plena a Europa avances en el desarrollo de nuestra investigación científica? ¿O por el contrario seguiremos en el furgón de cola del conocimiento siguiendo la máxima de Unamuno: “Que inventen ellos”?
Cuando por fin éramos capaces de evitar el goteo incesante en forma de fuga de cerebros, es posible que por falta de rentabilidad, sobre todo económica, eche por tierra las ilusiones que todos teníamos en este hecho ante los avances que, por ejemplo, Mariano Barbacid realiza en la lucha contra el cáncer. Está muy claro que si nos estancamos de nuevo en la obsolescencia y la ignorancia secular. No solo del desarrollo del turismo como fuente de riqueza e intercambio de cultura debe vivir España.



Desde tiempo inmemorial ha resultado difícil vivir de las letras en España, desde el más insigne escritor, al más modesto dómine, todos han pasado por infinidad de incomprensiones, vejaciones y rechazo por múltiples motivos, los más espurios, quizás porque vienen a decir lo que los demás solo podemos soñar.
No somos capaces de valorarlo, siquiera crematísticamente ¡Y qué decir a la hora de la muerte! Antonio Machado continúa en Francia, Cervantes y Lope de Vega desaparecidos, túmulos enterrados entre malvas, nunca consiguieron recoger los laureles en el Panteón de Hombres Ilustres, allí solo queda sitio para los políticos.
Éstos solo se acuerdan de aquellos cuando quieren sacar rédito a la hora de acompañar sus restos, llevando de la mano la cinta del ataúd.




Jueves, meseta castellana, las fuerzas vivas del lugar reunidas en un acto con una sencilla parafernalia, la justa para deslumbrar al tonto del pueblo; motivo: la promoción del balneario ad maiorem gloriam de la población, los justos ingredientes para que en manos de Berlanga crear una obra maestra.
¿Solo ficción o la esencia de la picaresca española? Vista a la actualidad. Un pocero, que no un zahorí, es capaz de crear miles de viviendas, los tontos del pueblo, pobres alienados, solo vemos los fuegos de artificio y los oropeles que acompañan al milagro de un piso de tropecientos millones al alcance de la mano. No firmes más letras cielo, pero eso es otra película.